No se conoce exactamente el
origen del sistema linfático, lo cual es motivo de polémica y desacuerdo en lo
que el estudio embriológico se refiere.
Considerando la evolución
morfo genética de los seres vivos, se cree que el sistema linfático es anterior
al sistema circulatorio, ya que este último se fue desarrollando como
consecuencia de la necesidad de mantener un sistema muscular fuerte, capaz de
consolidar una vida más activa.
Son diversas teorías que
intentan explicar dicho origen.
Hoy por hoy, las controversias
no están en absoluto aclaradas y son varias las incógnitas que retan
continuamente a esclarecer las causas de nuestra particular morfología,
establecida en su forma definitiva durante los primeros meses de la ontogenia
Aunque relativamente reciente,
el estudio del sistema linfático y sus funciones ya se conocía en la antigüedad
Hipócrates hablaba de “sangre
blanca”, refiriéndose a la existencia de unos conductos que contenían un
líquido lechoso y blanquecino. Hoy
sabemos que se trata de los vasos quilíferos, responsables del transporte de
las grasas provenientes de la digestión, que no pueden ser absorbidas por vía
venosa.
Aristóteles, Herofilos y
Erasistrato mencionan es sus escritos “ciertas estructuras anatómicas, que
encierran un fluido incoloro”, aspecto que presenta la linfa. Herofilos cita unos vasos que van a parar a
una “especie de glándulas no definidas”, a las que actualmente llamamos
ganglios linfáticos.
Durante la Edad Media, siglo V
al XV de nuestra era, las prohibiciones a las que estuvo sometida la medicina
en general, impidieron el avance de los estudios anatómicos y frenaron los
descubrimientos.
Paralelamente al movimiento
artístico y literario que se produce en Europa en los siglos XV y XVI, se
manifiesta un resurgimiento sobre la investigación de la anatomía, biología y
fisiología del cuerpo humano.
Así, es en el Renacimiento
cuando se fundan varias escuelas de Anatomía.
En Italia las de Salerno, Bolonia y Padua, en Francia las de Montpellier
y Paris, en Holanda la de Leyden, en Dinamarca la de Copenhague y en Suecia la
de Upsala.
Gracias al profesor de
anatomía y fisiología de la Universidad de Pavía (Italia), el italiano Gasparo
Aselli (1581-1626), se tuvo la primera descripción anatómica del sistema
linfático, ya que en el año 1622 observo la existencia de vasos linfáticos
blanquecinos en intestino de un perro.
A pesar de que los vasos eran
casi imperceptibles, cuando la vivisección era practicada con el animal en
ayunas, el hallazgo le hizo establecer una relación entre el proceso digestivo
y los vasos que había descubierto.
Sus experiencias e
investigaciones fueron publicadas en Milán en 1627, un año despues de su
muerte, siendo consideradas de gran valor científico por ser primer Atlas
Anatómico en color.
El conducto torácico y la
cisterna quilosa o de Pecquet fueron descubiertos, pocos años despues por el
francés Jean Pecquet (1624-1574), en la disección de un cadáver humano.
La existencia de un conducto
central y de una cavidad en su inicio, (a la que denominó cisterna de Pequet en
su honor) quedo descrita en 1651 en su obra “Experimenta Nova Anatómica”.
El sueco Olof Rudbeck (1630-1702)
y el danés Thomas Bartholin (1616-1680), dos importantes investigadores de su
época, pretendieron asumir la paternidad del término “linfático”, lo que
ocasiono una gran polémica entre ellos.
Olof Rudbeck, fundador de la
todavía hoy existente “Theatrum Anatomicun” en Upsala (Suecia), llamo “vasa
serosa” a los nuevos vasos y “glandulae aquasae” a los ganglios linfáticos.
Matriculado en la Universidad
de Leyden, en Holanda, el joven danés de veintiún años, Thomas Bartholin,
inicio un largo camino en el análisis de los estudios descubrimiento de G.
Aselli, haciéndolo más evidente al inyectar sustancias de contraste que permitían
comprobar el descubrimiento de los vasos, a los que llamo “vasa lymphatica” y
“limpha” por el aspecto cristalino que ofrecían.
En su trabajo, presentado en
marzo del año 1652, informo de la existencia de los vasos linfáticos. Un mes despues de Bartholin, Rudbeck comunico
similares descubrimientos, lo que condujo a la acusación de plagio por parte de
este sobre el medico danés
Rudebeck basó su acusación en
el hecho de que, un año antes, el notificara la existencia de los vasos
linfáticos de la cavidad abdominal.
A pesar de estas vicisitudes,
se atribuye a Thomas Bartholin la primicia de descubrir el sistema linfático,
como un nuevo sistema circulatorio.
En los cuatro tratados que
escribió sobre anatomía y fisiología, dedicados a su Rey Federico III, destaco
que el sistema linfático era un sistema de “riego y limpieza” del organismo.
El suizo Johan Conrad Peyer,
en 1657, describía unos órganos linfoides del intestino delgado, los cuales
recibieron el nombre de Placas de Peyer
Antón Nuck (1650-1692),
realizo la descripción topográfica sobre el sistema, incidió notablemente en
los trabajos que se desarrollaron sobre el mismo. Unido al nombre de Paolo Mascangni
(1752-1815), se obtuvo una detallada información, tanto de los vasos linfáticos
superficiales como profundos, quedando reflejados en una importante monografía
“Vasorum Lymphaticorum Corporis Humani, Historia et Ichonographia”, presentada
en 1787. Ello fue posible mediante la
inoculación en los vasos linfáticos de mercurio o azul de Prusia, disuelto en
trementina y éter, que les conferían color, mayor relieve y facilidad de
estudio.
Varios fueron los
investigadores que han utilizado medios de contraste para permitir una mejor
visualización, y facilitar la disección de los vasos linfáticos.
Actualmente se aplican nuevos
métodos de observación, como la microlinfografiá flouresceínica.
El imparable avance
tecnológico lleva consigo un mayor conocimiento de estas complejas y perfectas
estructuras que forman el engranaje de nuestro organismo, lo cual ha permitido
obtener un mayor entendimiento del tema que nos atañe, el sistema linfático.
Han sido varios los
científicos que han aportado con su esfuerzo unos eslabones más a los estudios,
realizados:
Vieussens 1705, Boerhaave 1858, Hunter 1784, Wirchow
1852, Recklinghausen 1862, entre otros.
El cirujano austriaco, Dr. A. Winiwarter
(1848-1917), expuso en su libro “Die Elephantiasis”, en el año 1892, el
desarrollo de un “suave masaje que aplicaba de proximal a distal”, a los
enfermos que estaban afectados con edemas notables, conjuntamente con medidas
compresivas y tratamiento postural. Sin embargo aunque su terapia ofrecía
buenos resultados, pronto cayó en el olvido.
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